
Triste. El cuervo disecado en la entrada de la casa le hacía preguntarse si sería la única compañía que tendría a partir de ese día... Empezaba a marearse del contraste de esa soledad y el aire festivo en el ambiente. Era impensable que en diciembre pudiera quedar así, como una especie de ave sin destino aparente.
Vacía. Esa casa tan deshabitada espantaba de alguna forma casi siniestra... El olor a húmedo tampoco era algo que alentara demasiado, y se llevó con la felicidad, el color del atardecer en un abrir y cerrar de ojos: sólo existía la penumbra.
Freakysita, queriendo ver la luz.
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