II
Mariana
Era un lunes con cara de domingo. La paciencia de la tranquilidad se habría permitido con un suspiro de anhelo a estar tal vez en otro lugar... o al menos poder hacer otras cosas muy diferentes al trabajo.
Era un lunes caótico, si bien mencionamos tantas actividades a realizar; pero seguía pareciendo un domingo, por la falta de interés en todo esto. Era más bien, algo así como un domingo recargado.
Se podría definir como un estado de monotonía. Los sueños se habían echado al andar, pero con las prisas, todo quedó en un pasado congelado, estático y borroso. No había nada más que despertara aluna inquietud desde entonces. Mariana decidió no asistir al primer día de clases.
El color verde sepia de visto desde el jardín en esa mañana, era más intenso que antes. La brisa del día refrescó sus pensamientos de una manera diferente, haciendo que todo en lo que podría creer desde ahora, fuera diferente a su forma de pensar hasta entonces.
Decidió de todas formas salir a la calle vestida de negro, y la mochila únicamente equipada con una de esas máquinas de escribir liviana, y aproximadamente, media resma e papel en blanco, listo para que alguien pudiera hacer lo que quisiera con él.
Los sonidos de las aves que se posaban en los escasos árboles, le evocaban ciertas sensaciones del pasado; dejando flotar a la ausencia de muchas cosas en el aire ligero. Sin saber qué podría pasar en ese mundo incierto, lleno de indiferencia y anhelos.
El reloj marcaba las doce del mediodía. Ella se paseaba entre toda la multitud indiferente de esa gran ciudad. Ya nadie determinaba a nadie, simplemente se entendía que cada una de esas personas era un mundo diferente, con problemas y esperanzas. Ninguno de ellos estaba interesado en poder compartir un pequeño fragmento de esos espacios tan complejos de entender.
El sol se asomaba entre algunas nubes opacas. Todo se definiría impreciso en un lugar tan monótono como ese, dada su capacidad para recrear otra realidad.
Entre tantos millones de personas, no solamente en esa fracción del planeta, era casi increíble que pudiera existir alguien que pensara en ella. Las distancias eran algo extremas, aunque la verdad, esto no sería un impedimento para que el amor se llegara a dar. Tan inesperado y siempre diferente.
Al fin había llegado a su café favorito. Escogió su mesa predilecta (esa que es la más alejada de todas, y queda al lado de la ventana), y luego de acomodar su máquina de escribir y ponerle una de las hojas blancas, su mundo se tornó en pequeños caracteres de color negro, en un fondo impecable y algo brillante por los destellos de todo lo que ocurría fuera del establecimiento y de su nueva realidad.
Luego de varias tazas de café y unos cuantos cigarrillos, gran parte de la resma de papel se había quedado con una historia… relatando la lejanía de un amor encontrado casi de manera sorprendente. Que bien había podido ser una autobiografía, contradiciendo todo aquello que alguna vez llegó a creer.
(Continuará)
Freakysita, escribiendo bastante.
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