miércoles, 20 de julio de 2011

20 de julio

Había empezado como cualquier día festivo... sólo que en éste en especial había quedado de ir a casa de un amigo, para ayudarle con algunas cosas de decoración en su cuarto. Eran alrededor de las once de la mañana cuando salí caminando hacia allá... como siempre, con mi reproductor de música conectado a mis audífonos.

Me di cuenta de algunas "anomalías" en las típicas escenas de la calle... dentro del barrio tan popular que tengo que atravesar antes de subir al transmilenio: había gente andando más despacio que de costumbre, y el señor del carrito de los aguacates a la entrada de la iglesia (cerrada, por supuesto) colgaba una pequeña bandera a la sombrilla de su negocio andante. El colorido era incomprensible y algo interesante, incluyendo también el contraste con el puesto de mazorcas situado justo al lado. El humo, el olor y el tricolor de la bandera acentuaban de manera estrafalaria la tan perdida tradición del día de la independencia.

También, me fijé en que los rostros de las personas reflejaban en parte la ignorancia e inquietud respecto a su "domingo a mitad de semana"... El barrio popular se transformó en un lugar mucho más alegre que de costumbre.

Finalmente había abordado el transmilenio. Lleno, como siempre... aunque la gente no iba de corbata, ni afanada... hasta pude notar que había mucha más amabilidad ("pase ud... no ud primero!") Cuando me bajé en la estación, noté que no me habían empujado en todo el camino... debo admitir que ¡adoro los días festivos entonces!

La mañana, el almuerzo y la tarde se pasaron de manera inesperada (arreglando cosas, cuadrando otras, y escuchando música mientras conversábamos alegres en la casa de mi gran amigo...) y dieron las cinco en punto. Había que salir de nuevo. El cielo se había vuelto de un color hermoso, tan despejado y sin una sola gota de lluvia que parecía que este día fuera sacado de otra temporada climática. Un café en el camino.. y ahora una buseta color amarillo que me trajo a casa. Pude contar las personas que recorrían las vías. Pude apreciar el olor del parque a la vuelta de mi casa. Pude oír, a pesar de mi música en el reproductor, el sonido de la quietud en las calles de mi linda Bogotá... pude sentir por primera vez en mucho tiempo el sentido de un grito de independencia que dieron algunos, hace muchos años...

Amo a mi Colombia, amo a mi Bogotá... amo a los barrios populares que alzan su bandera a pesar de su ignorancia y colorido estrafalario.


Freakysita, Colombiana.


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