Me encontré mirándo a través de un espejo a una persona que aún no acabo de conocer. No supe lo que decían sus ojos apagados, o su boca cerrada. La nariz deviada hacia un lado (sólo un poco, lo suficiente para mantenerse desapercibida), unas cejas algo gruesas, y rasgos dentro lo que se podría decir que normales para alguien latino...
De todas formas, nunca fue atractiva para nadie. Nunca fue vista con deseo por parte de alguien más, y nadie quiso besarle sinceramente en toda su vida. No supe qué decirle o preguntarle a esa extraña que me observaba. Dejé de mirarle un tiempo... simplemente la ignoré un par de veces por esas semanas que pasaron, aunque en mi subconsciente aparecía constantemente esa mirada perdida y triste, esas pestañas largas y su mueca de nada absoluta.
La otra noche, cuando pasé cerca del tocador, me di cuenta que ella me miraba, de forma expectante, casi suplicando que alguien le pusiera cuidado. No supe qué hacer, ya que sabía perfectamente que yo no podría ayudarle. Estaba más perdida que ella en su espejo, en su cajita de cristal inmaculado; aunque algo le molestaba porque no era feliz. La miré con atención.
Una lágrima se coló por una de sus mejillas. Su rostro pálido se sonrojó, y me dijo con su mirada, que se apenaba por mostrarse tan débil. Le comprendí instantáneamente, y me di cuenta que yo también estaba llorando. Le sostuve por última vez en la noche la mirada: parecía un poco más serena que antes, y sonrió tímidamente... por fin alguien le prestaba atención a sus sentimientos.
Freakysita, con una lágrima en su mejilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario