viernes, 18 de enero de 2013

Entrada número 400



El tiempo pasa lentamente, las cosas cambian sin siquiera percibirlo, pero a pesar de los altibajos y de los malos ratos que se puedan tener, me alegra poder vivir para contar con la entrada número 400 de mi blog.

Sé que no es algo trascendental para muchas personas, que pueda solamente significar un número o una entrada más, pero si no fuera por este blog hace mucho tiempo habría renunciado a mi sueño de convertirme en una escritora.

El tiempo ha dado muchas cosas, dejando un título universitario de diseño, un tanto más de poemas y libros sin publicar, amigos que cocnocí gracias a este espacio, personas que comentan los trabajos de Freakysita desde diferentes partes del mundo, o simplemente encuentran algo por error desde algún buscador en la red. Pero no importa. Nada de eso llega a importar, solamente cuando encuentro la primera entrada del blog, donde cuento quién soy y qué quiero ser en mi vida. Es allí cuando la magia aparece en mis páginas, en mi corazón... en mi alma.

Pasando por diferentes etapas (verde, azul, roja y volviendo a un azul más oscuro) siento como si hubiera sido tan sólo ayer que me encontraba en un café de Bogotá, escribiendo sobre una chiquilla llamada Bohemia. Donde las tardes corría de la universidad directamente a entrar a un portal web donde dejaba mis pensamientos del color que fuese, mientras adelantaba entregas para fotografía o un ensayo de signo. Mi pasión siguió siendo la escritura, por más años en diseño, por más dificultades de tiempo con mi tesis  o por cualquier razón salida casi de contexto. Procuré dejar lo mejor de mí en cada una de estas cuatrocientas entradas.

Y seguiré. Hasta el día de hoy lo sigo haciendo, a pesar de las malas rachas de escritora, de los vacíos o de la falta de trabajo. Sigo con Alicia y las ganas de sacar adelante este proyecto que ha tomado gran parte de mi vida de colegio como de universidad, para poder decirle a una persona en especial que no hay que rendirnos nunca: Cindy.

Aún queda el tiempo que sea necesario para seguir con este proyecto. Con las gafas rojas, con la ciudad de Field city, y es por eso, que el día de hoy comparto el primer capítulo de este libro. Durante dos años he recolectado, aclarado y creado un mundo similar a todo lo que alguna vez compartí con Cindy. Vamos por el capítulo diez, pero ahora es momento de leer el inicio.


Freakysita, siendo Alicia Myriad.


**

ALICIA MYRIAD
LA SEÑORITA DE LAS GAFAS ROJAS



I
La chica distraída




¿Alguna vez te sentiste fuera de lugar?


Ese era el momento en que todo empezaba a tener ningún sentido. Cuando tu cuerpo no es el mismo, ni tus pensamientos... ¿por qué todo fallaba justo ahora?



Miope. Ese era el diagnóstico de mi última visita al doctor. Entendí muchas cosas, como aquellos tropezones cuando iba a demasiada velocidad en mi tabla luego de salir de clases, o el no entender qué escribían en la pizarra del salón.

Ahora el tener que ponerme un par de gafas permanentes me llegaba a asustar tanto, que mi mamá empezaba a tener una de sus crisis nervio-paranoicas ocasionales…

-¿Y qué tal estas verdes? – Me preguntó usando un tono enojado mientras sostenía unas gruesas gafas verdes de forma circular-

-¡No!- re respondí en tono cortante y gruñón- ¡luciría como un sapo!-

Empecé a mirar las vitrinas y estantes de la óptica. No encontraba nada que me agradara, la semana pasada había estado forzando más la vista que de costumbre. Mi mamá entendió que tendría que llevarme al doctor. Pasamos un día en la clínica y luego en la tienda de lentes. Yo estaba pasándola fatal, sabiendo que ella había vuelto a faltar al trabajo y que ahora tendría que comprarme los nuevos lentes, un frasco de vitaminas y hacerse a la idea de que por primera vez en mi vida, no la dejaron ingresar al consultorio conmigo. Ya estaba lo suficientemente grande para no tener acudiente en situaciones como ésta.

Recorrí el local con una sensación de culpa y triunfo al mismo tiempo. No sabía qué escoger entre tantos colores, formas y estilos. Finalmente me concentré en el stand más colorido del lugar… rosa, azul, más verde para mi desgracia, café claro y…

-¡Éstas! – exclamé y señalé a la empleada del lugar una montura liviana en color rojo. Parecía ser algo demasiado femenino para lo que acostumbraba gustarme… y si no pesaban, tal vez ni me acordaría que las llevaba puestas…

La empleada abrió los ojos de manera casi caricaturesca y sacó cuidadosamente la montura de la vitrina junto con su estuche.

- Estas vienen con lentes oscuros polarizados adheribles – Nos anunció a mi mamá y a mí – El marco es ultraliviano, y es el último diseño que nos ha llegado…-

- ¿Cuánto cuesta? – Intervino mi mamá con la voz un poco alterada –

- No es mucha la diferencia a las otras que han estado viendo. Verán, todo en la tienda tiene hoy el cincuenta por ciento de descuento y...-

Ya empezaba a aburrirme. Cuando mamá decidía ahorrar algo, sus comentarios me adormecían; como la semana pasada, cuando la acompañé a comprar un par de zapatos y terminó adquiriendo cuatro modelos diferentes en el mismo color para ella. Algunas veces decía que había que ahorrar para otras cosas que en verdad se necesitaban, pero ella, era compradora adicta si se trataba de moda para ir a su trabajo.

Tardarían en tener lista mi fórmula en la montura. Mamá dejó de cuestionarse a ella misma y abonó una parte en algún momento que no supe cuándo fue. Sólo me enteré que había salido del local cuando me llamó por mi nombre de manera escandalosa.

- ¡Alicia Myriad! ¡¿Vienes o te vas a quedar ahí parada?! –.

Tal vez había conseguido la montura con lentes oscuros adheribles polarizados, pero no el dejar de ser tratada como una niña pequeña por parte de mi mamá. Tenía trece años desde hacía más o menos un mes, pero mi hermano, mi madre y los profesores del colegio me trataban como si tuviera siete años.

Siempre tenían que atacarme por lo que hacía o dejaba de hacer. Y no eran los únicos que me perseguían con sus miradas a la expectativa por si cometía algún error: mis compañeros de salón siempre eran los primeros en percatarse de mi ausencia, presencia o de un movimiento que cometiera en falso. Como aquél fatídico día en que por voltear a mirar a Duncan, el chico más popular del colegio, me estrellara de frente con la profesora de matemáticas; haciendo que todas las carpetas que ella llevaba cargadas, quedaran esparcidas por el suelo del hall principal.

Las risotadas de todo el que se fijó en mi “pequeño” traspiés aún resuenan en mi cabeza hasta el día de hoy, y lo peor de todo es que Duncan fue uno de los que ser reía más fuerte. Tal vez no hubiera vuelto esa semana a clases de no ser por Lita.

Mi hermana menor, como le solía decir, mi mejor amiga, mi secuaz en más de una escapada en una tarde cualquiera, mi estimada compañera de penas, alegrías, tristezas, llamadas telefónicas de una hora de duración y la única que me visitaba cuando me enfermaba... Solía tener mejor aspecto que yo: Alta, proporcionada, el cabello largo, ojos oscuros y hasta  ya tenía busto. Aunque ningún chico le prestaba atención, tal y como sucedía conmigo.

Yo, en cambio, aún tenía el cuerpo de una niña... y mi estatura no es que ayudara en mucho. Tenía el cabello castaño oscuro, corto y desordenado; ya que siempre andaba en mi tabla o simplemente haciendo otro tipo de cosas más importantes que andar en salones de belleza. Algunas veces me habían confundido con un chico en la calle o en el colegio, pero no me preocupaba en lo absoluto.

Justamente, cuando llegué a casa, lo primero que hice fue localizar el teléfono (posiblemente en la nevera, o en la cesta de la ropa sucia... cortesía de mi hermano mayor) para contarle a mi amiga la última noticia.

- ¿Hola? – Me contestó una voz apagada al otro lado de la línea –

-¡Litaaaaaa! – Empecé a hablar sin un toque de cortesía alguna - ¡Adivina!

- ¿Te van a operar de algo? – Me preguntó mi amiga cambiando a un tono un poco más emocionado - ¡Dime que es del apéndice o de algo que te puedas llevar a la casa en un frasco! –

Ella siempre había soñado con ser doctora. Dentro de sus pasatiempos favoritos están el andar en tabla (como yo) y acompañar a su papá, el Doctor Cassius, al hospital para conocer más a fondo todas las enfermedades posibles.

- No. No te emociones... – le respondí de manera tímida – Soy miope. Ahora usaré gafas...-

- ¡Qué bien! Ahora si que no podrás patinar y tendrás una excusa perfecta para no hacer mucho en clase de gimnasia... – me dijo Lita con voz irónica –

- Tal vez... pero la tabla no tiene ninguna excusa para abandonarla. Tendré que acostumbrarme aunque debo admitir que no será muy fácil porque si rompo estas gafas, tendré que ahorrar yo misma para comprar otras. Mamá acaba de advertirme- .

Mamá, durante el camino a casa, me había dejado muy en claro que las gafas tendrían que permanecer todo el tiempo puestas, o dentro del estuche cuando me fuera a dormir. Y que si se rayaban, rompían o manchaban, era mi responsabilidad porque no podríamos costear otro par en por lo menos un año. Aunque sabía que tenía razón, ya me empezaba a cansar su continua capacidad para ser tan estricta.

Terminé de hablar con Lita después de un rato. Me contó que a Alfie, su compañero de clase de sociales, lo habían suspendido por una semana entera, por hacerse el “Don sabelotodo” y llevar un debate acerca de la segunda guerra mundial, a la conclusión que todo era parte de una conspiración alienígena. La profesora ganó esta vez, enviándolo a él con un memorando donde el director.

Eso implicaba que Alfie dejaría a Lita Sola en dos unidades esa semana. A lo mejor, ella podría soportar todo ese tiempo sin dormirse en una materia que no hablara de sangre o químicos... ¿o tal vez no?

Pensé en todo lo que podría hacer para no dejar a mi amiga en esas dos unidades. Si la cachaban de nuevo durmiendo en clase, irían a llamar a sus padres... pero era algo complicado, ya que ella no estaba en el mismo curso que yo. Separadas por unas letras del alfabeto, ella era de séptimo H, mientras yo me rodeaba de los “mataditos”: octavo B; y aunque nunca me consideré demasiado inteligente, siempre pensé que terminé allí por algún error de la secretaria del director.

No hay comentarios:

generated by sloganizer.net