jueves, 11 de abril de 2013

La belleza del grafito en mis manos



Ilustrando algunas cosas. Poniendo en orden otras... Los días se han pasado de manera casi que repentina, el trabajo sigue aguardándome en algún lugar del planeta, y mientras tanto, cocino ideas en mi cerebro y las represento en pequeños detalles de hadas o unicornios (luego lo verán)...

Justamente estuve recordando el por qué había dejado de ilustrar. Entre el tiempo, las malas rachas de la universidad y el haber tenido que deshacerme de mi mesa de dibujo por razones de espacio en mi casa, hacen que vuelva a meterme en el cuerpo y en la mente de una chiquilla de cuarto semestre de universidad.

El olor a ecolines, el magnífico sábado soleado y la clase que hacía perderme el poder estar afuera disfrutando de una caminata lenta. La profesora que alguna vez llegué a detestar por decirme frente a mi clase en grito herido un ¡NO, NO!

Te extraño, profe. Extraño chupar pinceles y luego tener acidez por el ecolín. Luego sonreír y tener la lengua azul... o morada en su defecto. Extraño el poder pasar horas haciendo bocetos para luego ver mi manos llenas de grafito. El zumbido de las luces de mi mesa mientras pasaba a limpio los personajes de un cuento, o tal vez a una fiera corrupia (...es pequeña y peluda...)

Lo cierto es que hoy vuelvo a estar cubierta de grafito. Vuelvo a repasar viejas lecciones de teoría del color y visualizo un par de texturas para agregarles "un valor adicional" a esto que se está cocinando desde el estudio de mi casa.

La tarde sonríe desde la ventana dejando que la niña insegura se ría y se pierda entre texturas, colores y olor a lápiz recién tajado.


Freakysita, añorando a una profe.


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