Vuelvo a ver una de esas noticias que te dejan con la conciencia intranquila. Con un nudo en la garganta, con impotencia de no poder hacer que el mundo cambie para bien de una vez por todas... Una niña de tan sólo 15 años que se suicida por creer que el mundo no la quiere. Que la vida solo se trataba de las pequeñeces que le decían algunos de sus compañeros de colegio y conocidos de facebook. Amanda Todd, una chica como cualquier otra. Que tal vez lo único que le faltaba en el mundo era contar con alguien para desahogarse de tanto dolor y dudas en su vida de adolescente.
Hoy escribo en honor a ella. En homenaje a una persona que tal vez pudo hacer la diferencia en un futuro, tal vez en menos... pero que hoy está en otro lugar muy distinto a la tierra. Pues bien, Amanda, gente de mi blog, yo estuve al borde del suicidio, de no querer despertar ni volver a la universidad hace unos cuantos años.
El matoneo o Bullying se ve en todo el mundo, en cada escuela, universidad u oficina. No importa el estrato social, la cantidad de personas que lo hagan, pero siempre estará presente; debido a la falta de ética, respeto y el aumento de la envidia de cada ser humano. Lo viví en carne propia, y para mí, es la primera vez que soy capaz de escribir acerca de esto.
Llegaron a insultarme, engañarme con perfiles de redes sociales falsos, con correos electrónicos amenazantes y con apodos, foto montajes y bastantes agresiones desde las temáticas que vi en mi carrera como el no poder contar con alguien de confianza en el plantel. Pues bien, viví tres años de mi carrera avergonzada por haber caído en sus bromas infantiles, queriendo no volver jamás a pisar el suelo de la universidad. Finalmente, pude ver desde otra persona, el mal que me habían hecho para que fuera la "enemiga pública número uno" de toda la facultad.
Allí fue cuando entendí los miles de comentarios a mis espaldas, las burlas, el por qué nadie me hablaba o interactuaba conmigo de manera amable (sólo unos pocos de mis compañeros tuvieron el respeto hacia mi de decirme qué ocurría) Las fotos, los montajes, las conversaciones privadas con algunas personas, los perfiles falsos, la subplantación de mi propia identidad aparecieron frente a mis ojos, como una visión terorífica.
No comía, ni dormía... Saqué mi tésis de grado casi al borde de un colapso nervioso. No había nada que hacer, falté a más de una clase donde mis compañeros bullys se refugiaban con éxito ante la negligencia por parte de las directivas de la universidad. Finalmente, no los volví a ver hasta el día de mi graduación como profesional en diseño gráfico.
Pues bien. Pude salir del pequeño mundo de las calificaciones, de los apodos, de la gente abusadora y de tantos otros males que me afectaban. Adelgacé tres tallas. No volví a ser la misma chica que quería un título profesional y conocer gente. ¿Por qué sigo viva? eso es lo más importante de todo. Cuando vi todas las "pruebas" en mis manos, que de verdad esto estaba pasando, mi familia estuvo ahí. Disfuncional, loca, excéntrica... Pero estuvieron conmigo hasta el último día que tuve que resistir una entrega final con ellos. Amigos de la infancia, personas que me conocían desde antes de haberme matriculado en diseño. Ellos. Mis motores, mis paracaídas, mis amores más grandes, mis esperanzas y los que nunca me dejaron de lado por rumores de pasillo. Gracias al apoyo incondicional de un profesor que marcó mi vuelo como diseñadora, la fé y Dios.
Más grandes que cualquier mal externo. Entendí poco a poco que la vida siempre está hecha a nuestra medida y que de nosotros depende el seguir en pie o resignarnos. Cuando estuve tan mal recurrí al alcohol y al cigarrillo. Luego de un par de semanas me di cuenta que no era la respuesta. Que estaba siempre a mi lado: La fe en que todo puede ser mucho mejor si sabemos apreciar lo bueno y dejar a un lado las cosas malas. Dejé a un lado el odio hacia mis compañeros. Me enfoqué en sustentar mi tésis, buscar empleo y recibir mi título. Poco a poco los fantasmas de ese pasado dejaron de perseguirme; y aquí estoy, con la cabeza en alto, sabiendo que si bien ellos no recibieron un castigo por sus actos, estoy bien. Estoy más viva que nunca y logrando cosas increíbles que hace unos años me decían que no era capaz de lograr.
¿Qué me mantiene viva? El poder pasar un día más en la tierra, rodeada de las personas que me apoyaron y poderlas yo apoyar. El poder caminar, respirar, amar, llorar, reír y ver las estrellas. El resto de las cosas no me importan. Se podría uzgar o herir en venganza; pero prefiero invertir toda esa energía ayudando a alguien que esté pasando por algo similar a lo que me ocurrió.
Amanda, desde aquí te quiero decir que el mundo no será lo mismo sin ti. Que la vida fue eso que dejaste pasar mientras resaltabas las cosas malas, y no tienes la culpa... La culpa es de la sociedad indiferente (como las directivas de la universidad donde estudié, o tus profesores) y de no saber qué hacer en casos como el tuyo... o el mío. Te agradezco de todas formas, porque me diste el coraje de contar esto. Es la primera vez que hablo de ello en mi blog, a pesar de haber escrito la mayoría de entradas dentro de la universidad.
Freakysita, en contra del bullying.
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