domingo, 17 de febrero de 2013

Carta a una señorita de quince años



Queridísima señorita de quince años:

Hoy el mundo cambia. Hoy tu mundo cambia al ser una señorita y no una niña. Hoy, das paso a ser más una mujer que una bebé... Hoy dejas que tu familia y amigos te feliciten, te digan que los quince años solo duran poco y que aproveches tu tiempo y tu juventud. No te lo voy a decir más, sólo quisiera contarte un par de cosas que se me vienen a la mente de lo que he podido recoger en estos diez años que llevo por delante tuyo.

No fui de las colegialas más inteligentes o admiradas por los muchachos. Perdí materias en las que tuve que volver a empezar de ceros más de una ocasión, y fui mal vista por gente dentro de ese lugar llamado secundaria. No te creas que fue sencillo poder graduarme, o recibir mis notas en noveno grado. Tuve que pasar horas detrás de libros de álgebra y dejar los planes con mis amigas para después. 

Aunque no todo fue malo. Aprendí el valor del silencio en esas tardes luego de terminar de leer las fórmulas y las ecuaciones... Pedí ayuda a mis hermanas, descubrí lo que era la humildad cuando ellas, casi que complacidas, me decían cómo hacer estos ejercicios... y no morir en el intento. Ellas saben lo que han hecho en mí no sólo por esto, sino por darme su respeto cada vez que no estaban mis amigas cerca.

Alguna tarde cualquiera me enamoré. Con las medias hasta la rodilla, entre ensayos de gimnasia y tareas retrasadas  tuve tiempo de conocer a los muchachos. Aprendí que no son lo que todas las chiquillas dicen que son, y que en realidad si les gustas te lo dicen de frente para poder compartir un descanso tomados de la mano. 

Aprendí el valor de un beso, no por darlo sino por esperarlo con tanto amor, hacia mí más que hacia ese otro personaje. Dejé que el viento volara mi cabello cuando corría a su encuentro a la hora de la salida y me empapé de sus gustos musicales. Pero nunca fuimos novios, y nunca me dijo que le gustaba. Nunca nos besamos tampoco, pero creeré el resto de mi vida que ese fue mi primer amor, y me dejó sus discos, una que otra risotada y más de una anécdota donde pude aprender que es importante quererte a ti misma antes de que querer a alguien más. 

Debes entender también que lo que no te mata, te hace más fuerte... y forma tu carácter para el resto de tu vida en el colegio... o luego en la universidad. Vi como más de una amiga se perdió en el camino a graduarse. Se estancó y descubrió que su norte era la maternidad, o las drogas. Me mantuve debido al exceso de confianza que tenía en ese entonces a mi arte, y salí para convertirme en una Diseñadora gráfica. Aunque no niego que me gustaría poder haber tomado la decisión incorrecta sólo para saber qué se sentía. Igual, las experiencias de estas amigas, me hicieron más sabia sin haber probado las drogas o el sexo en el momento del colegio. 

Descubrí la magia del maquillaje, del glamour y de los tacones. El acné apareció, el rimel se me corría cada vez que lloraba por algún chico y los tacones quedaron al fondo del closet cuando empecé la universidad y a subir tantas escaleras que era imposible estar bien. Sin embargo encontré la manera de ser femenina y yo al mismo tiempo. Descubrí también que los muchachos no siempre observan unas piernas bien torneadas o un manicure impecable, sino la forma de la risa que tenemos cuando sonreímos.

Y pasé las materias, aprendí más sobre la vida en sí que de ecuaciones o química. Fui a fiestas y me metí en problemas como cualquier adolescente, me encerré por horas en mi habitación a escribir nombres con corazones y arrojé a portazos los comentarios de mi madre cuando peleábamos. 

Nada es color rosa... ni las quince primaveras ni la vida en sí, pero siguió siendo linda con todo y tacones rotos y planes cancelados por castigos de mi madre. 

Y pasaron los quince, los dieciséis y los diecisiete incluso. Para darme a entender que las cosas no son como las imaginamos en más de una ocasión, pero que pueden ser mejores de lo que tenemos en nuestras pequeñas cabezas. Que los chicos no siempre cumplirán sus promesas, ni tus mejores amigas tampoco.

Conocí a Dios. El último año de secundaria.  Me confirmé y a la semana un compañero del salón lo saludó personalmente. Nuestra infancia había quedado atrás, los juegos de palabras surgieron, la espiritualidad creció como nunca para más de una persona, de un amigo o de una amiga en especial que me impulsó a escribir.

Algún día tendrás que tomar una decisión que te cambie para el resto de la vida. No es el ICFES, y no es la carrera que elijas cuando estés más grande. Es el hecho de buscar lo que te gusta. Algunas veces te persigue toda tu vida, y en otros casos solo aparece en el momento menos pensado. Pero sea cual sea el caso, no hay que forzarlo. Si quieres algo solamente tienes que fortalecerte y luchar por ello. Duré seis meses tratando de entenderlo. Y me quedé sin fuerzas un tiempo después, y sin embargo pude obtener un título profesional, y una pasión que tal vez durará hasta que mis manos me permitan escribir todo lo que quiero. Conclusión: Si bien tengo un título, mi pasión será escribir. Sólo que no fuerzo ni lo uno ni lo otro para poder ser feliz.

Y así, como cuando no quieres algo, puede repetirse una infinidad de veces, sólo si tu lo permites. El respeto que se recibe es el mismo que se tiene ante los demás, y las palabras usadas pueden ser tu propio acabose. Algo que te puedo decir y que quisiera que tuvieras en cuenta, es que cada persona es esclava de sus silencios y de sus palabras. Y que está en cada uno ser mejor o peor, desde que todo pueda funcionar sin lastimar a nadie más.

Hasta ahora empiezas a vivir. Hasta ahora sientes que no perteneces a un lugar (más de una vez lo sentí así) y a pesar de mis pensamientos grises por un rompimiento o pelea con mi mamá, descubrí que cada persona está en el lugar adecuado en el momento indicado, porque por alguna razón cósmica, así las cosas funcionan y fluyen así. Tal y como dos personas se pueden convertir en amigas o enemigas; o se puede esperar que el amor de tu vida aparezca mañana en la esquina, o se tarden años en poderse conocer. Si estás aquí, leyendo esto, es porque de alguna manera lo vas a necesitar leer, y por algo tienes el poder de creer y ser feliz tal y como eres. Así tengas rimel, acné, tacones o tenis sucios. Todo sucede por algo.

Cabe decir que ahora te tratarán como un adulto en más de una ocasión, y de todas formas, como a una niña también. Ten cuidado de no caer en pataletas de adulta o seriedad de infante. Si tienes la oportunidad de ser una niña, aprovéchala... y ten cautela en tus momentos como nueva adulta en la sociedad; ya que solo se vive una vez; y por favor, siempre mantente orgullosa de lo que eres, cree en lo que quieres lograr y SONRÍE, ¡la vida la tienes por delante!



Freakysita, felicitando a una quinceañera.

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