Hoy, luego de reconectar contacto virtual y volver a enviar hojas de vida, he decidido escribir una de esas entradas que habían quedado atoradas en mis manos. Por falta de tiempo, de visión, de un poco de energía y por qué no decirlo abiertamente: porque estaba enfermando de nuevo a causa del estrés de trabajar en un sitio con cara de pocos amigos.
En cuatro años de carrera aplicada, de enviar hojas de vida, portafolios, tocar puertas, de tomar fotografías, conocer gente y ser prácticamente una chica itinerante, me doy cuenta que soy esa chica. La que no tenía miedo de deambular por la vida, desde que estuviera tranquila y feliz... Cosas van y cosas vienen como diseñadora gráfica. Experimenté buscando también el poder escribir y publicar un libro. Cosa que me resultó sencilla en la primera fase, el problema radicó al no tener los contactos ni el capital para poder publicarlo o producirlo. Aunque el sueño no muere a menos que yo muera, las cosas siguen siendo un tanto complicadas, y el miedo ha empezado a surgir.
Con una cantidad considerable de depresión, de variables y rechazos, logré conseguir un trabajo luego de estar 11 meses a la deriva. ¿El resultado? Cuatro meses de aprendizaje, de aplicación de conocimientos en el área del diseño que adquirí a lo largo de mi carrera profesional, y de mi experiencia en el mundo laboral... Con altos y bajos. Con gente que me quiso hacer a un lado al final. Con chismes y habladurías, en fin. Con un ambiente laboral poco grato, poco saludable que al final, terminó por quebrarme mis ideas, mis principios y en parte, la poca confianza a la sociedad que tenía debilitada desde hace mucho tiempo atrás.
Luego de haber experimentado matoneo en la universidad, volvía a experimentarlo en el trabajo a mis 26 años de edad. Triste. Agotador. La depresión volvió a asomarse.
Supe inmediatamente que el matoneo era mi culpa. Por ser como soy. Por no querer cambiar, pero tampoco juzgar a los demás por no ser como yo. Pero a pesar de todo, no podría volver a encerrarme ni mucho menos despreciarme a mi misma por no ser chismosa, vestirme de colores pastel y ser hipócrita a la hora del almuerzo; momentos en los que empecé a salir sola porque no soportaba a mis compañeras de trabajo por el bajo aporte cultural y cotidiano que aportaban.
Salí sola. Trabajé sola. Hice el esfuerzo por resistir, por poder visualizarme como alguien normal con aspiraciones comunes como lo es poder ahorrar un poco y salir de casa de mis padres. Ser fuerte y no dejarme llevar por lo que se decía a mis espaldas de lo que no conocían de mi y que ni siquiera se esforzaban por preguntar y salir de dudas (Y no. No tengo mucho dinero, no soy snob y no he hablado mal de nadie por si se preguntaban)
No soy un libro cerrado. Soy alguien reservado, que va a trabajar y se va a su casa a compartir con las personas que le motivan a diario para salir adelante. No soy antipática. Solo un poco callada porque no me gusta meterme en asuntos donde no soy alguien para opinar. No juzgo. Escucho demasiado, me gusta observar y conocer a la gente con el tiempo. Con algunas personas lo logré en este lugar. Con mis propios compañeros de departamento, desgraciadamente no. Mi jefe se deshace de mi diciendo que fui un error para la compañía. Y solo es porque soy diferente. Porque pienso por fuera de la caja en la que más de uno se ha encerrado por miedo a levantar la voz y hacer la diferencia.
Hice la diferencia. Innové con diseños nuevos. Propios, no bajados de otra parte. ¿Y por eso me despiden? Las cosas son así en este país. Salgo deprimida, con mis cosas, de ese lugar de paredes blancas y sonrisas falsas. Las únicas sonrisas sinceras son cuando me despido. No me querían en ese lugar por ir a trabajar. Ellos quieren chisme, escarnio, hablar todo el día de narco novelas y farándula criolla. No estoy, quiero trabajar. quiero diseñar. Ellos no me lo permiten.
Así es. No pienso volver. A pesar de apreciar muchas cosas, la oportunidad, era lo mejor que podía pasar. Pero vuelvo a ser itinerante. A recorrer la ciudad para entrevistas de trabajo donde nadie llama después, a pensar en poner algo más fácil para ganar dinero y poder casarme con mi novio. Sin, así como lo leen CASARME con la única persona que me ha y me hará feliz. Con esa persona que me dice tres días después de quedarme desempleada que le fascino diferente. Que lo traigo loco por ser como soy y no le importa si no tengo amigas, y que precisamente es el hecho de que no me guste atraer el chisme lo que más le gusta de mi personalidad.
¿Así que por qué tengo que darle importancia al matoneo? Si las pocas personas que se toman la tarea de conocerme antes de juzgarme dicen que soy excepcional... Para algunos soy un fracaso porque no ven más allá de lo evidente. Me dicen la falla. Soy una guerrera que es muy diferente. Y si, vuelvo a estar desempleada pero no sin un oficio. No sin una meta. No estoy derrotada. Solo soy un poco itinerante y ando a mi propio ritmo.
Freakysita, la itinerante.
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